lunes, 4 de junio de 2007

Un solo partido



Una sola Conducción y un solo Programa

Una sola conducción

I.- El llamado a la fraternidad

Como mesa nacional recién electa enviamos una primera carta que llamamos “Carta de la Fraternidad”.

En ella recordábamos que una comunidad que no respete y viva los principios de la fraternidad “ no es cosa sin importancia. Abraham Lincoln recordó aquel pasaje del Evangelio que expresa: “Toda nación dividida en facciones enemigas está llamada a la destrucción y toda casa será arrasada” (Lucas XI. 17 ). No fue escuchado. La guerra civil estalló en Estados Unidos en 1861, su presidente fue asesinado, como le ocurrió a Chile en 1891”.

Hacíamos este recuerdo pues “cuando nos reunimos surge la protesta por nuestras hondas desavenencias y divisiones. Muchas veces nuestras disputas internas son ventiladas por la prensa y de la peor manera. Particularmente con nuestros camaradas los más antiguos, se expresa la nostalgia de una comunidad perdida. Con la experiencia que dan los años reclaman que hubo un tiempo en que ser demócrata cristiano era ser hermano. Invariablemente surge aquí el recuerdo del “Hermano Bernardo”.(…) (…). Y con sabiduría nuestros camaradas de la Falange Nacional original agregan que de seguir así, los jóvenes no llegarán a nuestro partido y muchos de los adultos y de los adultos mayores no volverán a ejercer una militancia activa. Si no lo pasamos bien y hacemos el bien al construir partido, construir sociedad y gobierno, ¿a título de qué participaremos en política renunciado a nuestras pocas horas y días de descanso tras miles de horas y cientos de días de estudio y / o trabajo?”.

Nos es malo recordar que “Los partidos políticos son agrupaciones voluntarias, es decir, en las cuales no se obliga a nadie a ingresar ni menos a mantenerse activamente. Escuchemos a nuestros padres fundadores; si seguimos atacándonos unos a otros, nos quedaremos sin jóvenes y la opinión pública nos seguirá condenando como uno de los partidos más fraccionados de Chile. ¿Quién concurrirá a una reunión que consiste en atacarse unos a otros? ¿Quién ingresará a un partido que vive de ácidas querellas internas y que para colmo se realizan en nombre del humanismo cristiano?”

Lamentablemente no fuimos escuchados. Hoy, en la región metropolitana, somos vistos por la opinión pública como el partido más dividido y, peor aún, nos ven peleándonos por cargos de poder.

II.- Decimos una cosa, hacemos otra

Parece que todos estamos de acuerdo en que esto debe terminar. Todos lo han dicho en esta Junta Nacional. Todos decimos ser amantes de la unidad partidaria.

Pero entonces…

¿Qué pasó con el voto respecto de Venezuela?

El Consejo Nacional de la Democracia Cristiana aprobó por unanimidad solicitarle a la Presidenta de la República que no apoyase al gobierno de Hugo Chávez. Dos días antes de tomar la decisión un grupo de diputados DC señaló públicamente que no compartía la decisión del partido.

¿Qué pasó con el debate de aumentar el gasto fiscal?

Cuando Ricardo Ffrench – Davis lo planteó, algunos nos acusaron de estatistas y populistas. Cuando el Consejo Nacional aprobó por unanimidad la propuesta de hacer un mayor esfuerzo fiscal en “Desarrollo productivo con equidad”, nuevamente la DC aparecía dividida entre defensores y detractores del Ministro de Hacienda.

¿Qué pasó con las bancadas paralelas?

Llegó a tanto el debate acerca de quién debía conducir la bancada DC y alcanzar la Presidencia de la Cámara de Diputados que se llegó a insinuar que se institucionalizarían dos bancadas, haciendo oficial y formal lo que en los hechos venía dándose.

¿Qué pasó con la píldora del día después?

Cuando la mesa nacional del PDC planteó que apoyaba una determinada decisión del Ministerio de Salud por considerarla inconsulta y parcial, diputados DC partieron a repartir la píldora y otros firmaban manifiestos por la vida con la UDI.

¿Qué pasó con el nombramiento de Intendentes o con los cambios en el gabinete presidencial?

Cuando la Presidenta de la República, en el uso de prerrogativas constitucionales, ha procedido a cambiar intendentes o ministros, no han faltado las voces que han hablado incluso a nombre de su sector interno o han pedido más cambios, en circunstancias que la mesa nacional había apoyado la prerrogativa presidencial, que no se critica en público.

Entonces camaradas, ¿en qué quedamos?

¿Estamos por la unidad o por la división?

¿Estamos por respetar nuestra institucionalidad o por el paralelismo fraccional?

Pues en los hechos, en cada tema sustantivo – política internacional, política fiscal o agenda valórica – tendemos a antagonizar nos públicamente e incluso ya la prensa presenta a dos partidos políticos, identificándolos por el apellido de sus supuestos líderes o por el color de sus cabellos.

Un joven líder secundario del Lastarria, había querido ser militante del PDC. Se nos quejó amargamente. El quería entrar a un partido humanista cristiano, no a uno donde las descalificaciones internas abundan y las prácticas fraternas faltan.

¿Tenía que premilitar entre los “colorines o los alvearistas” antes de ingresar al partido de Frei, Tomic y Leigthon? Le contestamos que había un solo partido humanista cristiano, que vivía momentos difíciles y que nos ayudara, con su voz juvenil, a reformarlo.

Hernán finalmente aceptó el desafío y hoy inicia su premilitancia.

¿Se quedará con nosotros o mataremos su esperanza?

Por eso, si esta tarde todos estamos de acuerdo en los llamamos a la unidad y a la disciplina interna que ha hecho Soledad Alvear, debemos entender que se acabaron las ácidas polémicas públicas entre militantes de un mismo partido.

De no ser así, la sentencia de los jóvenes será inapelable:

“No creemos lo que dicen porque vemos lo que hacen”.

III.- La unidad interna no se opone al pluralismo, lo supone

Sí, este es un partido democrático y pluralista. Justamente porque hay pluralismo, pensamos en la unidad. Pues si todos fuésemos iguales, no habría necesidad de pensar en ella.

Somos pluralistas pues más del 22 % de los chilenos vota por nosotros. Por ende, al interior nuestro hay legítimas diferencias en intereses, ideas y culturas. Hay algunos que son más estatistas y otros más libremercadistas en materias económicas; los hay más liberales y otros más conservadores en materias culturales; los hay más centralizadores y otros más descentralizadores en términos políticos; los hay más presidenciales y otros más parlamentaristas; en fin.

Esto no nos debe asustar. Por el contrario, es parte de la riqueza de una comunidad que reside en su diversidad. Pero anoto lo siguiente, siempre que esa diversidad respete la comunidad. Se trata de una comunidad., es decir, de la unidad en la diversidad. Si todo es diversidad, no hay comunidad. Pero si todo es uniformidad no hay unidad comunitaria que supone la unión de personas libres.
Por eso, como lo señaló inmejorablemente San Agustín:

“En lo discutible libertad,
En lo esencial unidad; y
En todo y sobre todo caridad, mucha caridad”.

Pero nuestro partido no sólo es pluralista. Es democrático. Por ello entendemos que todos tienen el mismo derecho de irrumpir en el espacio público, hacer sentir su voz en libertad e igualdad, someterse a las mismas normas para todos y votar las diferencias.

En un partido político pluralista y democrático tras el debate, se resuelve y resuelto se acata.

Por qué también el santo de Hipona dijo:

“Roma locuta, causa finita”
Cuando Roma resuelve, se acaba la discrepancia.

Cuando el pueblo demócrata cristiano ha fallado, se acaba el debate y viene el momento de la acción común.

Lo contrario es la montonera. Y la democracia Cristiana no es una montonera.

Y ¿si no estamos de acuerdo con el resultado democrático?

Vendrá la hora de lo que insuperablemente y no sin dolor Radomiro Tomic llamó “la militancia del silencio”.

En esta Junta Nacional se ha hecho un respetuoso llamado a que Soledad Alvear y Adolfo Zaldívar concurran generosamente a la unidad del partido. ¿Debemos entender que a ambos y entre otros se les asigna la calidad de líderes de un partido dividido? Si es así, sólo se está reconociendo un hecho innegable.

Pero, no puedo aceptar que se le otorgue la calidad de jefes de fracción. ¿Por qué? Por la sencilla razón que Soledad Alvear es presidenta de todos los demócratas cristianos y así ha actuado, jamás como jefa de fracción. Los invito a que busquen un solo recorte de prensa en la cual ella aparezca rompiendo su norma de no polemizar públicamente con algún camarada o haciendo juicios fraccionales.

Si elegimos a Soledad Alvear como nuestra presidenta, dejémoslo que lo sea.

Si elegimos a nuestros dirigentes comunales, provinciales y regionales, respetemos sus facultades y derechos.

Si vamos a elegir un Consejo Nacional, acatemos su derecho a conducir ordinariamente al partido y a acatar sus resoluciones.

Si tenemos bancadas parlamentarias, que se reúnan y acuerden su común proceder.

Si hay diferencias programáticas, que las resuelva el Congreso Nacional por el Cambio

Por todo ello, en nombre de Bernardo Leighton, a nombre de todos, les ruego y les imploro,

¡¡ un solo partido!!
¡¡una sola conducción!!
¡¡un solo programa!!
¡¡una sola Democracia Cristiana!!

Un solo programa

IV.- ¿Corregir o perfeccionar el modelo? ¿Es este el dilema de la Democracia Cristiana?

Pero no se trata de estar unidos por el simple hecho de estarlo. Quizás para ganar una elección presidencial o parlamentaria.

Se trata de mucho más que eso.

Se requiere de un partido con una sola conducción para un solo programa para Chile.

Así entramos al segundo desafío de este partido.

El primero es el de la unidad, que debe tratar esta Junta Nacional y el próximo Consejo Nacional.

El segundo es el de la propuesta programática. Pues un partido debe decirle a su nación que quiere hacer cuando esté en el gobierno. Esta es la tarea del Congreso Nacional por el Cambio.

En este punto aparecemos igualmente divididos.

Un hombre libre, por cuya libertad ha pagado un alto precio y de cuya amistad me precio, me decía esta mañana antes de iniciarse esta Junta Nacional:

“Sergio, ¿corregir o perfeccionar el modelo económico chileno?

¿Ser o no ser, esta es la cuestión?

¿Es este el dilema de la Democracia Cristiana?

¿Debemos optar entre dos medios: Estado o mercado?”

¿Se acuerdan cuando desde la izquierda más estalinista, a principios de los años setenta nos decían que todo debía estar en manos del Estado?

¿Se acuerdan cuando desde la Derecha más neoliberal, a fines de los años setenta nos vociferaban que todo debía caer bajo la férula del mercado?

¿Es este el pensamiento de la Democracia Cristiana?

¿Debemos también optar entre dos finalidades excl.¡yentes: crecimiento económico o redistribución de la riqueza, ingresos y oportunidades?

¿Esta es la opción excluyente, inevitable e ineludible para la Democracia Cristiana?

Por un lado, “Estatistas y populistas, añejos; acomplejados de izquierda”

Por el otro, “Libremercadistas, derechistas y capitalistas”

Nosotros decimos que “No”.

Para eso invocamos al maestro Jaime Castillo Velasco.
Entre los años 1966 y 1967, el partido se debatía acerca de las relaciones con el gobierno y el ritmo y rumbo de la “Revolución en Libertad”. Inquietud y divisiones habían en nuestras filas. Por eso puede ser interesante lo que Jaime Castillo Velasco, a agosto de 1966, y de cara al Congreso del Partido de aquel año, escribió en Política y Espíritu.

En ella expresaba que este no debía ser un Congreso de índole doctrinaria, ni polémico ni orientado hacia una lucha de fracciones y hacia una propaganda en torno a futuros dirigentes. Lo que debía ser era un congreso programático para fijar las metas de los próximos años. Estábamos en el gobierno y se trataba de acordar un diagnóstico y de fijar tareas – hoy día diríamos políticas públicas – claras y decisivas.

V.- ¿Corregir o perfeccionar el modelo? Un falso dilema

Yo creo que la cita viene a cuento pues el 12 de octubre tendremos nuestro Congreso Nacional para el Cambio.

La tentación de instrumentalizarlo para falsos debates y posicionamientos fraccionales es grande. Creo que Jaime Castillo nos llamaría a no utilizar conceptos mal formulados, no debidamente definidos y con el sólo fin de crear falsos dilemas.

Porque es evidente que cuando algunos hablan de modelo económico piensan en un capitalismo salvaje, depredador y concentrador. Obvio dicen que hay que corregirlo y otros afirman lisa y llanamente que hay que cambiarlo.

Pero si el así llamado “modelo” es el capitalismo salvaje, ¿hay alguien entre nosotros que no quiera corregirlo o cambiarlo?

¿Hay alguien en esta Junta Nacional que crea que este es el modelo económico de la Democracia Cristiana?

Jaime Castillo nos definió no como un partido de centro que quiere administrar la realidad, sino como uno de vanguardia que quiere cambiarla. Por ello y por unanimidad ese año, bajo la conducción de Renán Fuentealba Moena quien se encuentra entre nosotros, dijimos ser partidarios de “una vía no capitalista de desarrollo”. En 1991 hablamos de una Economía de la solidaridad.

Cuando otros hablan de perfeccionar el modelo, piensan en la obra histórica de la Concertación de Partidos por la Democracia. Ellos piensan en lo que Patricio Aylwin llamó crecimiento económico con equidad.

Para ellos el “modelo” no es el capitalismo salvaje de los que lo quieren corregir.

Soledad Alvear, esta mañana, ha alabado la obra socioeconómica de la Concertación de Partidos por la Democracia. Pero también ha llamado a un nuevo pacto social para luchar contra las desigualdades. ¿Se contradice?

¿Hay alguien en esta Junta Nacional que crea que sin crecimiento económico se alcanzará el desarrollo en Chile?

¿Pero hay alguien que crea que sólo con crecimiento económico se logrará la justicia social?

¿No es esa la vieja teoría del “chorreo” condenada por Jaime Castillo Velasco en su documento del V Congreso Nacional, “Más allá del neoliberalismo”.

Camaradas, les tengo dos malas noticias:

Primera: No corregiremos el modelo condonando las deudas de las pymes.

Segunda: No lograremos la justicia social con puro crecimiento económico, pues si se trata de medir el nivel de desigualdad entre el 20% más rico y el 20% de los chilenos, seguimos igual que 1990. Año, sea dicho de paso, dónde tal desigualdad era escandalosa si la comparamos con el último año del gobierno de Don Eduardo Frei Montalva.

¿Por qué tenemos que optar entre Estado o mercado?

Konrad Adenauer nos enseñó que la economía social de mercado suponía tener todo el Estado necesario y todo el mercado posible, y que podíamos crecer económicamente bajo la libre empresa y distribuir la riqueza con la justicia social del Estado.

¿Por qué tenemos que optar entre crecimiento económico o redistribución de las oportunidades, la riqueza y los ingresos en Chile?

Nunca Chile fue más igualitario que al final del gobierno de don Eduardo Frei Montalva.

El demostró a Chile que al mismo tiempo que Hugo Trivelli expropiaba 3,5 millones de hectáreas, Sergio Molina creaba el impuesto a la riqueza, Alejandro Hales chilenizaba el cobre, y el Estado organizaba al 30% de los trabajadores y pobladores de Chile…se lograban tasas de crecimiento superiores al 4%.

¿No fue lo mismo que hizo don Patricio Aylwin cuando, en medio de la crisis de la Guerra del Golfo Pacífico, nuestra economía creció promedio siete por ciento;la cesantía rondó el 5%, mientras Alejandro Foxley aumentaba los impuestos y René Cortazar aumentaba la indemnización por años de servicio

¿Estado o mercado?

¿Crecimiento económico o equidad social?

Falsos dilemas.

VII.- Los desafíos programáticos del Congreso Nacional por el Cambio: una nueva etapa en nuestra economía exportadora

Finalmente el modelo económico chileno es:

Economía abierta y de mercado.

Abierta, pues el centro del esfuerzo productivo es exportar y conquistar los mercados externos, ya no sustituir importaciones mediante una industria nacional creada al efecto.

De mercado, pues el motor de la economía es el empresariado y no el Estado.

Este modelo se estableció a partir de 1977.

Se hizo en un marco político autoritario y socialmente excluyente. Para imponerlo se violaron los derechos y un 45% de chilenos llegó a vivir bajo la línea de la pobreza.

Así, bajo la dictadura nuestro modelo de desarrollo fue autoritario en lo político, liberal en lo económico y excluyente en lo social.

Hoy, la corrección de ese modelo, ha significado que hemos pasado a una democracia política y a la inclusión social. Hoy los derechos políticos y civiles de los chilenos se respetan y hay dos millones menos de pobres.

De hecho, el modelo, fue corregido ya 1984, cuando el Estado no tuvo ningún problema para inyectar cientos de millones de dólares de la época para salvar la banca. Además, se establecieron enormes subsidios para favorecer la industria forestal y pesquera. El Estado privatizó en términos increíbles las empresas públicas. No hubo temor ninguno para una mayor intervención del gobierno en la economía.

¿Cuáles son los desafíos de nuestro actual modelo de desarrollo?

En cuanto economía abierta, anoto tres:

Primero, la sustentabilidad social

Esta economía abierta de mercado debe incluir a todos en los beneficios del crecimiento económico que producen la industria exportadora.

La gente considera que en Chile no hay igualdad. De acuerdo a la encuesta CERC, un 92% de los chilenos sostiene que el trato que dan las autoridades depende del tipo de persona que se trate. Menos de un 4 % cree que se le da un trato igualitario. El año 2005 un 84% de los chilenos no cree que haya igualdad ante la ley. Si en 1990, un 49% de los chilenos prefería, en caso de tener que optar, la libertad sobre la igualdad; ese porcentaje cayó a 25% el 2006, subiendo quienes optan por la igualdad de un 47% a un 71%.

Esto es claro entre los jóvenes, pues asocian la democracia con libertad (27%), justicia (29%), oportunidades (37%), igualdad (42%) y derechos (57%) ¿Por qué creer en una democracia que no garantiza derechos sociales? Cuando se les pregunta qué le falta a la sociedad chilena para ser más democrática, contestan: escuchar más a la gente, sus necesidades y opiniones (26%), mejorar aplicación de justicia (27%), disminuir las diferencias y la desigualdad (36%) y mayores oportunidades (48%).

La reciente muerte de un trabajador de Celulosa Arauco demuestra lo lejos que estamos de esta meta. Debo señalar que CELCO pertenece al grupo Copec de Angelini cuyo patrimonio accionario es de 19 mil millones de dólares ¿Seguirá recibiendo tres mil pesos al día las temporeras? ¿Qué pasará con la pesca artesanal? ¿Y los trabajadores de las salmones?

Segundo, sustentabilidad ecológica

Con cada vez más fuerza se plantea el valor en sí mismo del medioambiente. Se trata de una experiencia espiritual, por cuanto se funda sobre el reconocimiento de la “unidad” de la creación y la subsiguiente “reverencia por la propia vida, la vida de los demás y la Tierra misma”. Por doctrina estamos llamados a ser “mayordomos”, no dueños, de la Creación.

Un medioambientalismo moderno procura una economía de servicios más limpia, sostenida por tecnología más limpia y productora de una menor opulencia. El ecologismo, como expresión de un pensamiento post materialista llega a plantear economías agrarias, descentralizadas y retorno a estilos de vida más naturales y autárquicos o menos tecnológicos y globalizantes.

Hoy se habla de un calentamiento global por culpa de la acción humana. Santiago este día está en alerta ambiental producto de la contaminación. Celco, con la crisis del Río Cruces nos demostró que aquí también está en deuda con Chile. Las mineras en el norte piden agua que las comunidades de pequeños agricultores y aymaras le niegan. ¿Es sustentable la explotación de bosques de pinos y la pesca industrial de arrastre? ¿Qué haremos con el déficit energético? Nueva Zelandia nos puede enseñar mucho acerca de un país pequeño y distante, pero que promoviéndose como “puro y verde” se abre al mundo y conquista los mercados globales.

Tercero, sustentabilidad científico-tecnológico

Ahora bien, nuestra economía abierta de mercado no puede seguir girando casi exclusivamente en torno a recursos naturales. ¿Por qué? Porque el mundo vive un cambios globales que inciden directamente en las fuentes del poder. Bernardo Klisberg cita “un estudio del Banco Mundial (1995) sobre 192 países concluye que sólo el 16% del crecimiento económico se puede atribuir al capital físico (maquinarias, edificios e infraestructura); el 20% viene del capital natural y el 64% puede ser atribuido al capital humano y al social”.

A Klisberg no le llama la atención lo anterior. Pues los cambios tecnológicos tales como “biotecnología, informática, robótica, ciencia de los materiales, comunicaciones, modelos gerenciales- van en dirección de formas de producción basadas en los recursos humanos y sus conocimientos. Lester Thurow señala que estamos entrando en un siglo de “conocimiento intensivo”, en donde el conocimiento será “la única fuente sostenida de ventajas comparativas”.

Por ello, como en esta economía del conocimiento y de la información, han irrumpido con fuerza China, India, Japón y los países del sudeste asiático, América Latina ha retrocedido en el mundo. Hoy, diferencia de los años sesenta, Asia es más que nuestro subcontinente.

¿Por qué?

El economista Jeffrey Sachs explica por qué nuestras naciones de renta media no prosperaron. Entre otras razones por “las enormes fluctuaciones de los precios internacionales de los artículos de exportación más importantes de estos países, como el cobre, la harina de pescado, el café, los plátanos y otros productos agrícolas y mineros”.

Depender de las materias primas es peligroso. Ya nos ocurrió con el salitre. Nos dedicamos a bajar impuestos, comprar bienes suntuarios y no diversificar nuestra economía. Todo ello terminó en un desastre.

¿Qué hacer con la riqueza del cobre? Pues invertirla en ciencia y tecnología en la minería del cobre misma, sobre todo en el desarrollo de nuestras regiones II y VI, pero también diversificar nuestras exportaciones y agregarles valor. Es el camino de Australia.

¿No es este el homenaje que se merece Radomiro Tomic el político del cobre?

Por eso, con esta economía abierta orientada a seguir exportando del modo que lo hacemos ahora no nos llevará al desarrollo. Por eso Soledad Alvear nos acaba de decir que con más de lo mismo no basta.
VIII.- Una nueva etapa en nuestra estrategia de desarrollo: más y mejor Estado

Pero no sólo no basta mejorar nuestra capacidad exportadora, también el mercado chileno debe hacerse más competitivo y transparente. Es el desafío de las mipymes.

Pero por otro lado es claro como el sol del mediodía que no da para más un Estado como el que tenemos.

Necesitamos un Estado más eficaz, más eficiente, más transparente y más cercano a la gente.

Para algunos, es malo todo lo que no sea privatizaciones y evitar que distintas empresas públicas se lancen en nuevas inversiones y nuevos negocios. Se aduce que ello es lamentable, pues se desvían ingresos de todos los chilenos a actividades no prioritarias, aumentan las posibilidades de corrupción y se fomenta una competencia desleal con los privados. Se teme que los mayores niveles de ingresos del Estado, producto de la bonanza del cobre, se dilapiden o destruyan los equilibrios macroeconómicos.

Este tipo de razonamiento le está haciendo un enorme mal al desarrollo chileno, pues se trata de una visión que no permite ver con claridad los hechos. Es una ideología (“falsa conciencia”) que asigna todos los males del mundo al Estado y todas las bondades al mercado. Estadofobia, cuyo reverso es la mercadofilia. Lo cierto es que la realidad económica es bastante más plural a la hora de asignar papeles a la empresa privada y a la pública, al mercado y al Estado.

¿Podemos aumentar la participación del Estado en la economía para abordar taras como la mayor inversión en capital humano, salud y educación, infraestructura física e innovación tecnológica?

Los países desarrollados mantienen un nivel del gasto público superior a 40% del PIB y en ninguno de ellos es inferior a 36,6% al 2005; superando casi en ocho puntos porcentuales al nivel promedio de gasto público de los países de América Latina, donde este alcanza al 28% del PIB. Chile está bajo el promedio latinoamericano aún después de 16 años de gobierno de la Concertación. Durante el último gobierno de la Concertación bajamos del 22 al 19,9 %, en cifras aproximadas.

Nótese que nos estamos comparando con los países más desarrollados del mundo que no tienen los problemas de desigualdad y retraso científico - tecnológico que existen en Chile. Esos países, tras la segunda Guerra Mundial, crearon Estados mucho más fuertes que el chileno para superar sus problemas. No se trata de contar con Estados poderosos por sus empresas públicas, sino que por su sistema de protección social que garantiza los derechos a la salud, vivienda, educación, previsión social y trabajo Y eso es lo que deberá hacer Chile, si verdaderamente desea convertirse en una sociedad desarrollada.

Sabemos que crecer económicamente no es incompatible con mayor igualdad social y un papel más fuerte del Estado. De hecho las sociedades que más han crecido sostenidamente son las sociedades más igualitarias, ejemplo Alemania. Recordamos en el trabajo anterior que sin considerar políticas públicas redistributivas, la pobreza en la Alemania de 1992 era del orden del 20%. Después de considerar dichas políticas la pobreza cae al 2,7%.
Sabemos también que la flexibilidad laboral no es opuesta a la protección social si hay un pacto democrático entre Estado, trabajadores y empresarios, ejemplo Holanda.

Sabemos que sociedades con alto gasto social y altas tasas tributarias pueden crecer económicamente en forma acelerada e igualitaria, ejemplo Dinamarca.

Sabemos que sociedades con fuerte presencia del Estado en la economía y con altas tasas de sindicalización son más abiertas al mundo que otras que se declaran liberales, ejemplo Suecia.

Sabemos que protección social y tasas de sindicalización del cuarenta por ciento no se oponen a la competitividad de la economía, ejemplo Austria. Esas sociedades europeas han sido construidas por décadas de cooperación entre socialdemócratas y socialcristianos.

Ese es el giro social que Chile necesita dar ahora.

Entonces volvamos a repetir que no digamos más “Estado o mercado”. El pensamiento dicotómico, ese que dice “lo uno o lo otro”, debe ser superado. Mercado competitivo y Estado fuerte. Sociedad civil y sistema político desarrollados.

Crecer con igualdad significa modernizarse y promover oportunidades y derribar privilegios; significa privatizar algunas empresas del Estado y estatizar algunas áreas en que los privados han fracasado.

Significa bajar los impuestos regresivos que impiden aumentar la demanda en la economía y la calidad de vida de la clase media y aumentar los impuestos de los que tienen más, particularmente a las utilidades de las grandes empresas, que en nuestro país ocupa el lugar número 75º, en orden decreciente, de las ochenta naciones más capitalistas del mundo.

Modernizarse significa más inversión pública en ciencia y tecnología como lo hace sin complejos Estados Unidos.

Significa más inversión social en educación, salud y trabajo y más recursos públicos para combatir la delincuencia, la que de otra manera no dejará de crecer aunque llenemos nuestros barrios de medios privados e individuales de seguridad, tan egoístas como ineficaces.

Significa promover desde el Estado la sindicalización y la organización de la sociedad civil para dar más poder a la gente y ser inflexibles cuando el corporativismo impide hacer las reformas que el bien común exigen.

Significa aumentar el gasto público para luchar por mayor igualdad y acabar con inamovilidades, burocracias, lentitud e ineficiencia en la Administración Pública.

Significa apoyar a las pequeñas y medianas empresas, que constituyen el tejido productivo básico de la sociedad y que generan cientos de miles de empleos, y castigar las especulaciones financieras de los prestamistas que las ahogan en el llamado “capitalismo de casino”.

Todo eso se puede hacer con pragmatismo. Eso se llama Nueva Economía Social de Mercado. Pero para ello hay que partir por echar abajo los dogmas. En este caso: la Estadofobia, aquella enfermedad que nubla la vista e impide ver que requerimos un Estado más fuerte para alcanzar el desarrollo, sobre todo en un mundo que se globaliza y amenaza con engullir a los más lentos y pequeños.

El Consejo Nacional de junio del año pasado, al aprobar el Informe de la Comisión Económica Social señaló que nuestro norte es crear un Estado social y democrático de Derecho que asegure los derechos civiles, políticos y sociales de nuestro pueblo. Y para ello requeríamos un pujante crecimiento económico basado en una economía social, ecológica y abierta de mercado.

IX.- Una nueva etapa en nuestra estrategia de desarrollo: más y mejor política, más y mejor sociedad y más y mejor política internacional

¿Bastaría con lograr que nuestra economía abierta de mercado fuese además social, ecológica y tecnológica y nuestro Estado más eficaz, eficiente y transparente a la hora de garantizar derechos sociales?

Creo que no.

Por eso creo que el debate acerca de la corrección o perfeccionamiento del modelo económico no es sólo es reducido, sino que también reducidor.

¿Por qué?

Por que es básicamente un debate socio-económico, y no se abre a otras problemáticas fundamentales que nuestro Congreso Nacional por el Cambio deberá abordar:

Primero: ¿No diremos nada sobre los cambios socio-culturales?

Con alegría vemos avanzar la agenda de las libertades. Peor con tristeza vemos retroceder la belleza de las solidaridades.
Cinco de cada diez niños nacen fuera del matrimonio (50,5%). En España el porcentaje es de 19% y en Italia de apenas el 9%.
Un tercio de los hogares son dirigidos por mujeres.
Pero sólo un 36% de las mujeres trabaja fuera del hogar. Un porcentaje bajo incluso para América Latina.
Las demandas de alimento se acumulan en nuestros tribunales.
El embarazo adolescente y el aborto siguen siendo duras realidades.
Si en 1992, en Chile habían 1453 000 niños menores de cuatro años, hoy esa cantidad ha bajado a 1151 000. Se trata de 300 mil niños menos.
Si en la Unión Europea hay 5,1 matrimonios al año por cada mil habitantes, este porcentaje en Chile ha caído al 3,9.
Ante tamaños cambios culturales y sociales, ¿Qué diremos? ¿Qué propondremos? ¿Qué haremos?
Es de la esencia de nuestro movimiento el que así como no le regalamos la igualdad y la justicia social a la Izquierda, no le regalamos la vida y la familia a la Derecha.

Segundo: ¿No diremos nada sobre la crisis de la política?

Nuestra democracia se consolida, pero, por así decirlo, se “desciudadaniza” crecientemente.
Dos tercios de nuestros jóvenes no están inscritos en los registros electorales.
Nuestras instituciones políticas se hunden en el desprestigio.
Hay cuatro millones de chilenos que no votan válidamente.
¿Inscripción automática y voto obligatorio para quienes no se desafilien?
¿Reforma del sistema electoral?
¿Financiamiento público de los partidos políticos?
¿Congreso Nacional unicameral como lo ha señalado Gutemberg Martínez?
¿Fortalecimiento de los gobiernos regionales?
¿Modernización de nuestros municipios?

Tercero, ¿No diremos nada sobre América Latina?

Tras 1979, como nunca en América Latina contamos con regímenes políticos en que se realizan elecciones regulares, limpias y competitivas junto con la persistencia de libertades contextuales.

Alternancia pacífica de los rivales en el poder. Apoyo generalizado, continuo y estable a la democracia durante situaciones de dificultad económica extrema. Derrota y castigo efectivo de los grupos antidemocráticos Estabilidad del régimen frente a una radical reestructuración del sistema de partidos. Ausencia de partidos o movimientos sociales antisistema políticamente significativos.

Sin embargo, es un continente pobre y el más desigual del mundo, tras el fracaso del Consenso de Washington.

¿Seguiremos sin integrarnos física y energéticamente?

¿Continuaremos condenados a las oscilaciones entre neoliberalismo y neopopulismo?

En nuestra América Latina viven más doscientos millones de seres humanos que reciben menos de dos dólares al día, ¿qué haremos?

¿Seguiremos los chilenos gozosos y arrogantes hablando de nuestros éxitos mientras parte de América Latina arde?
¿No habrá una palabra para nuestros hermanos bolivianos?

Tenemos cinco mil kilómetros de costa y un Norte Grande con gente y grandes riquezas mineras, pero sin agua ni energía. Al otro lado de la Cordillera nuestros hermanos no tienen salida al mar, pero sí tienen agua y energía.

¿No espera el mundo que lleguemos a un acuerdo que rompa con una división más que centenaria? Ese mundo que ha visto cómo China transitaba a la economía de mercado y el Muro de Berlín caía, ¿no podrá ver que bolivianos, peruanos y chilenos nos pongamos de acuerdo?

Cuarto, ¿no diremos nada sobre el mundo global?

La globalización supone la integración creciente de los países en un flujo incesante de bienes y servicios, capital e incluso trabajo. Este proceso se desata tras la caída del Muro de Berlín. La globalización trae consigo la esperanza que el nivel de vida de la humanidad se eleve. ¿Cómo? Ingresando los países pobres y de renta media a los mercados internacionales vendiendo sus productos, captando inversión extranjera para fabricar nuevos productos a precios más bajos y abriendo las fronteras de los países ricos a una población trabajadora deseosa de formarse, trabajar, estudiar y enviar sus remesas a sus familias de origen. El sudeste asiático, China e India han experimentado sus beneficios, experimentando un crecimiento económico notable, reducción de la pobreza, aunque con aumento de las desigualdades.
Chile es parte de este proceso y ha firmado más de cincuenta tratados comerciales bilaterales. Por cierto hay que aprovecharlos más y mejor, sobre todo para las pymes. Un nuevo Pro Chile se requiere.

Pero, ¿basta con seguir en lo mismo?

¿No diremos nada ante el escándalo que los países desarrollados subsidian cada vaca en Europa con dos dólares al día?

¿No diremos nada acerca del debate en torno a los derechos de propiedad, al robo de nuestros saberes ancestrales, plantas inmemoriales y ante la industria farmacológica que niega los remedios genéricos para combatir el Sida?

¿No diremos nada acerca de los gobiernos corporativos de las grandes empresas multinacionales que nadie controla ni fiscaliza? ¿Cuántos escándalos más como Enron, Parmalat o Nestlé deberemos soportar?

¿No diremos nada acerca de la reforma de la ONU?

¿No diremos nada acerca de la reforma del FMI y del Banco Mundial?

¿No diremos nada acerca de la promoción de un mercado libre que los países desarrollados desconocen subsidiando su agricultura e industria?

¿Y qué decir de un comercio mundial justo?
X.-Las verdaderas preguntas:

¿Corregir el modelo o perfeccionar el modelo? Este no es el dilema de la Democracia Cristiana.

Las preguntas son otras:

¿Cómo lograr más inclusión social?

¿Cómo lograr más sustentabilidad ecológica?

¿Cómo lograr más desarrollo científico-tecnológico?

¿Cómo lograr un Estado Social y Democrático de Derecho que garantice crecientemente derechos sociales?

¿Cómo crear nuestra economía abierta, social y ecológica de mercado que le dé sustente material a esa sociedad más integrada y solidaria?

¿Cómo lograr una mejor democracia y una mejor política?

¿Cómo lograr una cultura más pro vida, más familiar, más solidaria y comunitaria?

¿Cómo lograr una Democracia Cristiana que se abre a América Latina, de cara al Bicentenario para realizar el sueño de Bolivar, que nuestra patria grande sea poderosa más por su libertad y por su gloria que por su riqueza?

¿Cómo lograr una Democracia Cristiana que promueva que Chile junto a Brasil, India, Sudáfrica, luchen por acuerdos multilaterales que permitan una globalización más justa, un mercado global más libre, un comercio mundial más justo, una humanidad más socialmente integrada y un desarrollo mundial ecológicamente sustentable?
Camaradas de la Junta Nacional,

Les hablo como hijas de la libertad e hijos de igualdad que son,
unidos en la fraternidad de los hermanos, hijos de un mismo Padre.

Les recordamos que son:
Hijos de la espada de Bernardo O`Higgins.
Hijas de la obra justiciera de Alberto Hurtado y Raúl Silva Henríquez.
Hijos del verbo vivo de Radomiro Tomic.
Hijas del verso inmortal de Gabriela Mistral.
Hijos de la pluma penetrante de Jaime Castillo Velasco.
Hijas de la bondadosa risa de Bernardo Leighton
Hijas de la fortaleza serena de Eduardo Frei Montalva.

Por ello la Democracia Cristiana chilena los llama a fundar la nueva república,
la del gobierno de los muchos, que a través del acuerdo y del Derecho, se ponen al servicio del bien común en el cual hombres y mujeres seremos igualmente libres.
Con nuestros valores de siempre
Con la fuerza de nuestra tradición
Con lo mejor del presente
A conquistar el futuro.
A vivir soñando el nuevo sol.Democracia Cristiana al bicentenario.

No hay comentarios.: